«Estas estrategias funcionan muy bien —dice Erica, una madre de tres niños, de Durham— pero cuando uno está en medio del diario trajín de ser padres, nunca se nos ocurre emplearlas».
Erica, cuyos hijos tienen nueve, ocho y cuatro años de edad, vino al Exchange Family Center (EFC, por sus siglas en inglés) con el objetivo de enfocarse en las necesidades de su segundo hijo, pero recientemente completó un «curso de repaso» con los tres hijos. Desde 1992, EFC ha brindado apoyo gratuito a familias de Durham, ofreciéndoles a familias con niños de todas las edades, una gama de servicios basados en resultados.
«Realmente fue de mucho valor empezar con este programa en la oficina y recibir el entrenamiento ahí», pero en el curso de repaso, Erica necesitaba más flexibilidad. Más que nada, la hora de la cena era muy estresante... «Yo tratando de cocinar, y mi hijo esmerado en escalar las paredes y los muebles. No podríamos repetir ese mismo comportamiento en la oficina». La terapeuta del EFC no solamente llegó al hogar de Erica, también llevó a cabo sesiones antes, durante y después de la cena familiar. «Eso fue de mucha ayuda», dijo Erica.
Leah Parrish Santibañez, una Trabajadora Social Clínica Titulada (LCSW, por sus siglas en inglés), menciona que la flexibilidad es esencial para el trabajo que EFC lleva a cabo. Los padres traen sus antecedentes, «cómo fueron criados, cosas que les gustaban y las cosas que no, y tal vez, experiencias relacionadas a traumas. Además, los niños se presentan con sus propias personalidades. Así que —afirma ella— la terapia que reciben los padres y la familia tiene que ser muy individualizada».
«Se pone en peligro».
Erica y sus hijos participaron en el programa de Terapia de Interacción Entre Padres e Hijos (PCIT, por sus siglas en inglés). Ella describió a su segundo hijo como un niño «extremadamente impulsivo e hiperactivo», pero, además, «muy a menudo se pone en peligro; uno de sus problemas de comportamiento era que masticaba baterías».
En situaciones como esta, los niños tienen que seguir las instrucciones de sus padres. Desafortunadamente, los hijos de Tiffany estaban recibiendo mensajes contradictorios por parte de algunos miembros de familia, los cuales no vacilaban para castigar. Su exmarido, «rapidito daba una nalgada, yo rapidito les quitaba un privilegio, otro le daba un castigo de 10 minutos… lo que es completamente inapropiado».
PCIT asesora a los padres para que empleen estrategias consistentes y predecibles que se dirijan a cambiar el comportamiento indeseado, y para que establezcan relaciones cariñosas, seguras y positivas.
Cuando su niño está masticando baterías, no se puede tener «un debate de diez minutos», dice Erica. «Antes, yo solía decir: “Voy a contar hasta cinco”. Entonces él sabía que tenía cinco segundos para tratar de manipularme». Con PCIT, hay restricciones de tiempo, pero los niños no saben cuánto tiempo, por lo que el hijo de Erica «no se tomó la molestia de alegar porque no sabía cuánto tiempo tenía disponible antes de que lo castigaran».
Curiosamente, Erica menciona que su comunicación cambió a ser tan «clara y meticulosa» que solamente tuvo que castigar a su segundo hijo «una vez y no volvió a ocurrir».
Santibañez aclara que estos resultados no solamente provienen de establecer límites. Para ella, el enfoque de PCIT de mejorar relaciones es fundamental. «Es más probable que los niños respeten y sigan las instrucciones de sus padres cuando sienten que sus padres se preocupan por su bienestar».
«Como madre, he recuperado el control».
-- Erica, madre de tres niños y cliente de EFC
‘REMORDIMIENTO DE MADRE’
Antes de que Erica empezara con EFC, dice que, «Todas las noches me acostaba con “remordimiento de madre”. Les grito a mis hijos; están dándose golpes. Les estoy fallando completamente como su madre». Hasta evitaba salir con ellos en público porque «su comportamiento era tan terrible que la gente se nos quedaba viendo. Como madre, eso es muy desalentador».
Sin embargo, Santibañez insiste que, «Si se mejora esa relación, se mejora el comportamiento». Como una medida para mejorar la relación, se estableció lo que Erica llama «un designado tiempo de juego que fuera especial». En solamente la tercera sesión, empezó a ver el progreso. «Estaban muy emocionados de tener este tiempo donde podíamos jugar juntos y yo no estaba fastidiándolos constantemente».
EFC enseña a los padres a «alabar el buen comportamiento e ignorar el mal», dice Santibañez. «Un enfoque en lo positivo genera autoestima y moldea el comportamiento».
La ironía es que solemos hacer exactamente lo contrario. «Es tan fácil —dice Erica— corregir el comportamiento cuando no es apropiado e ignorarlo cuando lo es».
«Ahora tengo mucha más confianza. No me tengo que sentir avergonzada. No tengo que gritar. Sé que me estoy comunicando eficazmente y que todos compartimos los mismos objetivos. Siento que, como madre, he recuperado el control».
En cuanto al futuro, lo veo «muy prometedor», dice Erica. Sus hijos juegan juntos con más frecuencia, comparten mejor, y su segundo hijo «se lleva bien con sus hermanos, lo cual es estupendo». Y, por último, «podemos cenar juntos rodeados de un hogar tranquilo y niños felices. Eso es realmente fabuloso».